Los mercados apuestan a que un nuevo gobierno recupere el crecimiento económico, pero Dilma Rousseff dejó en claro que dará una larga batalla
Luiz Inácio Lula da Silva fue arrestado a principios de marzo por su supuesta participación del escándalo de corrupción en la petrolera estatal Petrobras, y acusado por lavado de dinero la semana pasada en otra causa judicial. Estos hechos no tienen precedentes en Brasil, donde la impunidad para los poderosos durante tiempo fue la norma.
La escalada de la investigación por corrupción abrió un peligroso capítulo de la crisis política y económica que sufre el país más grande del latinoamérica. Después de ser una estrella para los inversores del mercado emergente, Brasil ahora está en problemas. Se encuentra inmersa en su peor recesión en 25 años. Y mientras el país se prepara para albergar los Juegos Olímpicos en agosto, hay dudas incluso sobre si habrá un presidente en ejercicio cuando se lleven a cabo. Con el fundador del Partido de los Trabajadores (PT) con posibilidades de ir a prisión, su sucesora en el PT Dilma Rousseff corre peligro de enfrentar un juicio político.
El nivel de decepción por el liderazgo de Rousseff fue evidente el domingo cuando más de un millón de manifestantes tomaron las calles para pedir su impeachment y cárcel para Lula da Silva. La envergadura de las protestas podría sumar presión al socio de la coalición de Rousseff para que retire su apoyo al PT. La moneda, el real, pegó un salto porque los inversores especulan con que se verá obligada a dejar la presidencia.
«Este fin de semana bien podría ser decisivo para el mandato de la presidenta Rousseff,» aseguró Christopher Garman, director de análisis sobre Brasil en Eurasia Group. «El clima polarizado después de la detención del ex presidente Lula claramente fue esencial para generar tal nivel de concurrencia. Las protestas masivas refuerzan las probabilidades de que Rousseff caiga aún más rápido de lo que habíamos anticipado».
Víctima de sus propios excesos durante el superciclo de los commodities, Brasil abrió las canillas fiscales durante el gobierno de Lula para contrarrestar la crisis financiera global de 2009, pero se olvidó de cerrarlas. Incentivó el consumo inflando los préstamos de bancos estatales y manteniendo los precios bajos.
Eso ayudó a Rousseff a ganar elecciones en 2010 y 2014 y permitió a Lula dejar su cargo con niveles de popularidad de 83%. Pero eso dejó a Brasil con pocos recursos para contrarrestar el fin del auge de las materias primas y las consecuencias para la industria y los inversores que está provocando la investigación de Petrobras.
Y hay poca confianza de que el debilitado gobierno de Rousseff sea capaz de hacer las reformas necesarias para rescatar la economía, que en 2015 se contrajo 3,8%. «El corazón del problema es político, porque en el lado fiscal el ministro de Finanzas [Nelson Barbosa] puede decir lo que
quiera, pero necesita que se lo aprueben en el Congreso», señaló Ilan Goldfajn, economista jefe en Itaú Unibanco.
Independientemente de quién lidere Brasil, es urgente la necesidad de reestructurar sus finanzas públicas. La constitución brasileña de 1988 creó una bomba de tiempo presupuestaria porque contempla beneficios, pensiones y salarios insostenibles.
El gasto del gobierno creció de 20% del PBI en los ochenta a cerca de 35% hoy. Brasilia el año pasado otorgó beneficios sociales a 79 millones de personas en una población cercana a 200 millones, aseguran los analistas.
El presupuesto está repleto de gastos fijados por la Constitución que sólo se pueden modificar mediante una enmienda aprobada por dos terceras partes de ambas cámaras. Raul Velloso, especialista en el presupuesto de Brasil, sostiene que los pagos de salarios, pensiones y beneficios sociales representan el 74% del gasto.
Algunos sostienen que la deuda bruta de Brasil, en 67% del PBI, es muy inferior a la de los países desarrollados. Pero Mansueto Almeida, especialista en presupuestos, sostienen que la deuda bruta es superior al promedio de 40% en el mercado emergente. «Dependiendo de cómo se hace el cálculo, la deuda subirá. Mis estimaciones señalan que será de 84% del PBI en 2018 pero hay gente en el mercado con predicciones de 90%», aseguró.
Con los crecientes problemas fiscales en estados como Río de Janeiro y los temores de que Petrobras y los bancos estatales necesiten recapitalización, la situación es aún más complicada. No es opción pedir ayuda al FMI, al menos por ahora según Velloso. «La solución esta vez debe ser local», agregó.
Joe Leahy – FINANCIAL TIMES 15.03.16
Ultima Noticia
El expresidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva aceptó ser ministro de Dilma Rousseff, según confirmó hoy una fuente del Palacio de Gobierno citado por la agencia Reuters. La oferta de un ministerio, que circulaba desde hace días, buscaría mejorar la posición del exmandatario ante la Justicia, cuando avanza con fuerza una causa en su contra por corrupción.
Lula avisó a varios militantes de su partido el lunes que decidió aceptar la invitación “para integrar un ministerio y volver a trabajar en el Palacio de Planalto”, la sede del ejecutivo brasileño, antes de una reunión prevista para hoy en Brasilia con Rousseff, según un reporte anterior del diario O Globo.