El articulo que a continuación reproducimos habla por si solo. El autor es co-fundador de Neelus –  Innovación. Licenciado en Ciencias Economicas ( UCA), Master of Sciences ( New York University of Buffalo – EUA) y profesor de IAE Business School ( Argentina).

 

Gaius Plinius Cecilius Secundus, conocido como Plinio el Viejo, militar romano, naturalista y filósofo, nacido en el año 23, escribió Naturalis Historia, una obra majestuosa de treinta y siete volúmenes. Allí narra la historia de un orfebre que lleva al emperador Tiberio un plato más brillante que el oro, hecho de un material extraído de arcilla gracias a una receta secreta. Tiberio, conquistador de lo que hoy es la mayor parte de Europa, ve amenazada su fortuna al imaginar este material «precioso» en manos de mucha gente. Lejos de felicitar al orfebre, manda a descabezarlo. Y con esa cabeza queda enterrada la receta de este nuevo y brillante material: el aluminio.

Así, Tiberio imposibilitó que el aluminio se convirtiera en algo accesible. En 1886, el inventor Charles Hall, por un lado, y el científico Paul Héroult, por otro, arribaron al método que permitió obtener aluminio mediante la electrólisis; ese hallazgo bajó dramáticamente el precio del material y lo volvió accesible y abundante.

La historia de Tiberio y el orfebre, compartida por Peter Diamandis en su libro Abundance, podría verse como un cuento de niños, pero es verdadera. Lo importante es que ilustra la lente de escasez con el que muchos miran y piensan la realidad.

En 1798, en su Ensayo sobre el principio de la población, Thomas Malthus predijo la pronta insuficiencia de alimentos dado que la producción crecía a tasas aritméticas mientras que la población lo hacía a tasas geométricas. La primera revolución verde, que tuvo lugar gracias a la aplicación de técnicas agrícolas en la primera mitad del siglo XX, potenció la producción de alimentos primarios, dando por nula la predicción de Malthus. Al proyectar el futuro con paradigmas del presente, Malthus se equivocó, y mostró que el problema no fue la escasez de recursos, sino de ideas.

Según la organización Water (www.water.org), 783 millones de personas en el mundo no poseen acceso a agua potable. Cada 21 segundos, un niño muere por alguna enfermedad relacionada con el agua que ingiere. Dan Kamen, emprendedor e inventor norteamericano, desarrolló una máquina que transforma agua contaminada, y cualquier desecho que contenga humedad, en agua potable. ¡Sí, el océano ya se podrá beber, y así el orín y cualquier otro desperdicio húmedo! Kamen demostró el funcionamiento de su invento Slingshot en las charlas Ted (www.ted.com) en 2010, bebiendo el agua potabilizada de su propio orín. La máquina, que en 2005 costaba 100.000 dólares, ahora rondaría los 2000. Una organización no tardó en sumar esfuerzos e hizo estas máquinas accesibles en Honduras, Ghana y otros destinos con serias dificultad de agua.

El ejemplo sugiere, una vez más, que lo que escasean son las ideas, no los recursos. Siempre me ha intrigado por qué alguien ve una idea en donde otro no ve nada. Mandela solía repetir que algo «es imposible hasta que está hecho». Hace quien ve, no quien no ve. ¿Cómo podemos aprender a ver abundancia en donde parece no haberla? ¿Cuál es el tipo de pensamiento que debemos recrear para poder, justamente, crear? Mientras que millones de personas imaginan que el futuro será peor, miles de organizaciones trabajan creativamente para lo mejor. Es el caso de General Electric, una megaorganización que promovió con su proyecto Focus Forward la realización de invenciones y premió cortometrajes que documentan innovaciones que transformen al mundo. Kamen, el creador de la máquina de agua fue uno de los máximos ganadores (http://www.focusforwardfilms.com/#winners).

El pensamiento creativo parece distorsionar la realidad. En su fase inicial, la creatividad ama la incoherencia. La creencia de que el problema es la falta de ideas y no de recursos abre caminos de posibilidad, proponiendo un modo de pensamiento abundante en vez de uno escaso. Ambos tienen estrecha relación con los modelos de creatividad de expansión (success) o supervivencia (survival), formas definitivas con las que pensamos e impactamos en la realidad. Es imposible que existan buenas ideas si sólo nos valemos de la crítica, si amputamos las ideas antes de que nazcan. El pensamiento que sólo puede ver lo que no hay, lo que no funciona de una idea, cristaliza la fragilidad de quien así piensa. La crítica debe ser precedida de un pensamiento creador y abundante, en el que los límites no existen. Es un llamado al juego serio, a la experimentación. La creatividad no solo crea posibilidades; crea también bienestar, y un sentido de propósito.

Cuando la mente cree que lo imposible puede ser posible, los pronósticos de escasez fallan. Aquellos que han sobrevivido a tragedias nos dejaron una enseñanza; en términos del médico y autor alemán Víctor Frankl: «El sentido da vida al hombre». Contrariamente, el pensamiento escaso y excesivamente crítico mutila la prosperidad y cercena el futuro al pronosticar escasez en vez de abundancia y enfocar en la falta de recursos en vez de en la existencia de buenas ideas.

Por Álvaro Rolón  | Para LA NACION

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