Ha pasado un año desde que el cardenal Jean-Louis Tauran anunció el nombre del nuevo Pontífice. La noticia, del 13 de Marzo , origino 130.000 tweets por minuto. Sí, alrededor de 2.000 por segundo. En aquel momento, pensamos una crónica en dos sentidos. Lo que significaba para Argentina y que podrían esperar los 1.200.000 .000 feligreses católicos del mundo (Argentina: Francisco y su influencia política y economica http://codigoinversor.com/2013/03/argentina-francisco-y-su-influencia-politica-y-economica-el-cisne-negro-del-fin-del-mundo/). Recibimos una luz que vino desde la esperanza y  la bondad. Volvimos a tener esperanza en la bondad. Ni somos tan buenos nosotros, ni tan malos los demás. Es el inicio de la luz al final del camino. La utópica posibilidad de que entendamos que nada es blanco o negro (como nos quieren relatar), sino que la verdad esta en los puntos medios para entender  todas las opiniones, comprenderlas, valorarlas, explicarlas y resumirlas.

Hasta aquí, las expectativas que teníamos los que conocemos a Jorge Bergoglio. Transcurrió un año y lo que deseábamos se esta concretando paso a paso, lento pero sin pausa. La actual nota transcribe la revolución de Francisco. No se refiere a Argentina, ni a los feligreses católicos, se refiere a volver a las fuentes. Algo así como recuperar la conciencia olvidada. Vamos resumir dos notas que reflejan la personalidad del Papa Francisco y el camino que nos esta delineando con su accionar practico.

El  primero de febrero del corriente, el diario La Nación recogió un texto publicado en The Detroit News; su autor Robert A. Sirico , es presidente y cofundador del Acton Institute. El titulo de la nota define clamente el tema : .

El hombre que iba a aparecer en la Basílica de San Pedro me era familiar. Sin embargo, este papa de muchas primicias (el primero en tomar el nombre de Francisco, el primer jesuita, el primero del continente americano) tenía preparadas muchas sorpresas propias.

Para quienes somos seguidores de la institución papal, Francisco nos ofrece una fuente constante de material para la reflexión. A los comentadores de los últimos 30 años acostumbrados a explicar el significado de los densos textos teológicos y filosóficos magisteriales, la simplicidad y la espontaneidad de Francisco pueden causar algo de confusión. Mientras que su predecesor enseñó empleando palabras precisas y matizados argumentos, Francisco habla con valentía a través de gestos efectivos y emotivos. Un tierno abrazo a un hombre deformado vale como una encíclica entera sobre el amor. Y en la era de Internet, es accesible de inmediato para millones de personas.

No es una sorpresa que el hombre que tomó como referente y nombre el modelo de il poverello d’Assisi haya puesto a los pobres en el centro de su pontificado. Sin embargo, los gestos espontáneos y la manera improvisada en que se manifiestan no deben llevarnos al error de pensar que este papa está ofreciendo una dicotomía superflua entre izquierda y derecha, entre capitalismo y socialismo.

Creer que cualquier papa, y este papa en particular, está inspirado por una ideología concreta en su preocupación por los más vulnerables es errar por completo. Francisco rechaza la idea de que sólo el mercado puede satisfacer las necesidades humanas, pero también denuncia «el asistencialismo» que crea dependencia en los pobres y reduce el papel de la Iglesia al de una ONG como cualquier otra. La complejidad de su pensamiento sorprende tanto a la derecha (algunos que se preocupan innecesariamente creyendo que es un teólogo de la liberación) como a la izquierda (a los que utilizan sus palabras para fomentar una «Revolución Francisco» en su nombre). Esto revela la comprensión anémica que se tiene de Francisco como persona, pero también del catolicismo, que históricamente ha balanceado las tensiones de paradojas aparentes (lo divino y lo humano, la Virginidad y la Maternidad, etc.). Es una tentación demasiado fácil reducir dos mil años de tradición, de reflexión y de experiencia vivida a cuatro o cinco frases impactantes y políticamente correctas, prioritarias para la agenda de los propagandistas, pero no para la Iglesia.

Si se quiere entender lo que piensa Francisco de los pobres sería bueno atender con mayor objetividad a la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium de la que tanto se ha hablado y a la que tan poco se ha leído. Rápidamente se pone de manifiesto que esta Exhortación es una extensión de una aguda percepción de Jorge Bergoglio cuando era arzobispo de Buenos Aires: «No podemos responder con verdad al desafío de erradicar la exclusión y la pobreza, si los pobres siguen siendo objetos, destinatarios de la acción del Estado y de otras organizaciones en un sentido paternalista y asistencialista, y no sujetos, donde el Estado y la sociedad generan las condiciones sociales que promuevan y tutelen sus derechos y les permitan ser constructores de su propio destino.» (Conferencia Las deudas sociales, 2009)

Imaginemos si todos los que actualmente participan en el debate sobre estos temas se hicieran preguntas tales como «¿qué cosas excluyen a los pobres del camino a la prosperidad?», o «¿cómo sería una sociedad que dejara de ver a los pobres como meros objetos de ayuda paternalista y los viera como artífices de su propio destino?» Los detalles respecto de medidas concretas de acción política no están ni en el corazón ni en el alma de la increíble atracción que despierta Francisco en las personas de todo el mundo. No es su motivación política lo que nos conmueve cuando somos testigos del modo en que asume y abraza la fragilidad humana. De una manera monumental e imprevista el papa Francisco está cambiando las cansadas conversaciones del pasado y nos invita a comprometernos en el camino de sanación que desesperadamente necesita nuestro mundo. Casi él solo está transformando el modo en que se mira al catolicismo, no cambiando el catolicismo, sino recuperando muchas de las ricas tradiciones que atesora y devolviéndolas al primer plano. Su estrategia proviene de su visión de la Iglesia, y no es algo secreto.

Francisco ve a la Iglesia como un hospital de campaña tras una batalla. «¡Qué inútil es preguntarle a un herido si tiene altos el colesterol o el azúcar! Hay que curarle las heridas. Ya hablaremos luego del resto. Curar heridas, curar heridas…», dijo en una entrevista con Antonio Spadaro SJ, en La Civiltà Cattolica). El Papa Francisco comunica profundamente con la claridad de palabras cotidianas.

Nos llama la atención sobre la base de los problemas, es mas difícil curar realmente las heridas, que proponer la construcción de hospitales monumentales. La ruta propuesta tiene que ver con la gente y sus necesidades de hoy y ahora.

Hemos interpretado a Francisco.

En la segunda parte, será él que nos hará reflexionar sobre su pensamiento, en una entrevista con el Corriere della Sera, que LA NACION publico en forma simultánea y exclusiva, Bergoglio habla de su revolucionario primer año al frente de la Iglesia. Su entrevistador  Ferruccio de Bortoli .

El solo titulo de la entrevista , Francisco: «Pintar al Papa como Superman es ofensivo«, nos define el modo de comunicar y transmitir un mensaje de humildad. Simples palabras cotidianas que entendemos fácilmente en su profundidad.

Un año ha transcurrido desde aquel simple buona sera que conmovió al mundo. El lapso de doce meses tan intensos no alcanza para contener la gran masa de novedades y signos profundos de la innovación pastoral de Francisco. El Papa aparece de improviso por una puerta, con la cara distendida y sonriente. Se divierte con los varios grabadores que la ansiedad senil del periodista colocó sobre la mesa. «¿Funcionan todos? ¿Sí? Menos mal.» ¿El balance de este año? No, los balances no le gustan. «Yo sólo hago balance cada 15 días, con mi confesor.»  

A continuación un resumen de la entrevista.

A nosotros nos parece que su modo de gobernar la Iglesia es así: usted escucha a todos y después decide solo. Un poco como el padre general de los jesuitas. ¿El Papa es un hombre solo?

Sí y no, pero entiendo lo que me quiere decir. El Papa no está solo en su trabajo porque es acompañado por el consejo de muchos. Y sería un hombre solo si decidiese sin escuchar a nadie o fingiendo que escucha. Pero hay un momento, cuando se trata de decidir, de poner la firma, en el cual queda solo con su sentido de la responsabilidad.

¿La ternura y la misericordia son la esencia de su mensaje pastoral?

Y del Evangelio. Son el corazón del Evangelio. De lo contrario, no se entiende a Jesucristo, ni la ternura del Padre, que lo envía a escucharnos, a curarnos, a salvarnos.

¿Pero ese mensaje fue comprendido? Usted dijo que la «franciscomanía» no duraría mucho. ¿Hay algo de su imagen pública que no le guste?

Me gusta estar entre la gente, junto a los que sufren, y andar por las parroquias. No me gustan las interpretaciones ideológicas, una cierta mitología del papa Francisco. Cuando se dice, por ejemplo, que salgo de noche del Vaticano para ir a darles de comer a los mendigos de Via Ottaviano… Jamás se me ocurriría. Sigmund Freud decía, si no me equivoco, que en toda idealización hay una agresión. Pintar al Papa como si fuese una especie de Superman, una especie de estrella, me resulta ofensivo. El Papa es un hombre que ríe, llora, duerme tranquilo y tiene amigos como todos. Es una persona normal.

Usted dice que «los pobres nos evangelizan». La atención puesta en la pobreza, la más fuerte impronta de su mensaje, es tomada por algunos observadores como una profesión del pauperismo. El Evangelio no condena la riqueza. Y Zaqueo era rico y caritativo.

El Evangelio condena el culto a la riqueza. El pauperismo es una de las interpretaciones críticas. En el Medioevo, había muchas corrientes pauperistas. San Francisco tuvo la genialidad de colocar el tema de la pobreza en el camino evangélico. Jesús dice que no se puede servir a dos amos, Dios y el dinero. Y cuando seamos juzgados al final de los tiempos (Mateo, 25), nos preguntarán por nuestra cercanía con la pobreza. La pobreza nos aleja de la idolatría y abre las puertas a la Providencia. Zaqueo entrega la mitad de sus riquezas a los pobres. Y a quienes tienen sus graneros llenos de su propio egoísmo el Señor, al final, les pedirá cuentas. Creo haber expresado bien mi pensamiento sobre la pobreza en «Evangelii Gaudium».

Usted identifica en la globalización, sobre todo financiera, algunos de los males que sufre la humanidad. Pero la globalización sacó de la indigencia a millones de personas. Trajo esperanza, un sentimiento que no debe confundirse con el optimismo.

Es cierto, la globalización salvó de la miseria a muchas personas, pero condenó a muchas otras a morir de hambre, porque con este sistema económico se vuelve selectiva. La globalización en la que piensa la Iglesia no se parece a una esfera en la que cada punto es equidistante del centro y en la cual, por lo tanto, se pierde la particularidad de los pueblos, sino que es un poliedro, con sus diversas facetas, en el que cada pueblo conserva su propia cultura, lengua, religión, identidad. La actual globalización «esférica» económica, y sobre todo financiera, produce un pensamiento único, un pensamiento débil. Y en su centro ya no está la persona humana, sólo el dinero.

El tema de la familia es central para la actividad del consejo de los ocho cardenales. Desde la exhortación «Familiaris Consortio», de Juan Pablo II, muchas cosas cambiaron. Se esperan grandes novedades. Y usted dijo que a los divorciados no hay que condenarlos, hay que ayudarlos.

Es un largo camino que la Iglesia debe completar. Un proceso que quiere el Señor. Tres meses después de mi elección, me fueron sometidos los temas para el sínodo, y nos propusimos discutir sobre cuál es el aporte de Jesús al hombre contemporáneo. Pero al final, gradualmente -que para mí es un signo de la voluntad de Dios-, se decidió discutir sobre la familia, que atraviesa una crisis muy seria. Es difícil formar una familia. Los jóvenes ya no se casan. Hay muchas familias separadas, cuyo proyecto de vida común fracasó. Los hijos sufren mucho. Y nosotros tenemos que dar una respuesta. Pero para eso hay que reflexionar mucho y en profundidad. Es eso lo que están haciendo el consistorio y el sínodo. Hay que evitar quedarse en la superficie del tema. La tentación de resolver los problemas desde la casuística es un error, una simplificación de cosas profundas. Es lo que hacían los fariseos: una teología muy superficial. Y es a la luz de esa reflexión profunda que podrán afrontarse seriamente las situaciones particulares, también la de los divorciados.

¿Por qué el informe del cardenal Walter Kasper en el último consistorio (un abismo entre la doctrina sobre matrimonio y familia y la vida real de muchos cristianos) generó tanta división entre los purpurados? ¿Cree que la Iglesia podrá recorrer esos dos años de fatigoso camino para llegar a un consenso amplio y sereno?

El cardenal Kasper hizo una hermosa y profunda presentación, que muy pronto será publicada en alemán, en la que aborda cinco puntos, el quinto de los cuales es el de las segundas nupcias. Más me hubiese preocupado que en el consistorio no se desatara una discusión intensa, porque no habría servido de nada. Los cardenales sabían que podían decir lo que quisieran, y presentaron puntos de vista diferentes, que siempre son enriquecedores. El debate abierto y fraterno hace crecer el pensamiento teológico y pastoral. Eso no me atemoriza. Es más: lo busco.

En un pasado reciente, era habitual referirse a «valores no negociables», sobre todo en cuestiones de bioética y de moral sexual. Usted no ha usado esa fórmula. ¿Esa elección es señal de un estilo menos preceptivo y más respetuoso de la conciencia individual?

Nunca entendí la expresión «valores no negociables». Los valores son valores y basta. No puedo decir cuál de los dedos de la mano es más útil que el resto, así que no entiendo en qué sentido podría haber valores negociables. Lo que tenía para decir sobre el tema de la vida lo he dejado por escrito en «Evangelii Gaudium».

Muchos países regularon la unión civil. Es un camino que la Iglesia puede comprender, pero ¿hasta qué punto?

El matrimonio es entre un hombre y una mujer. Los Estados laicos quieren justificar la unión civil para regular diversas situaciones de convivencia, impulsados por la necesidad de regular aspectos económicos entre las personas, como, por ejemplo, la obra social. Hay que ver cada caso y evaluarlos en su diversidad.

¿Cómo será promovido el rol de la mujer dentro de la Iglesia?

Tampoco en esto ayuda la casuística. Es verdad que la mujer puede y debe estar más presente en los puestos de decisión de la Iglesia. Pero a esto yo lo llamaría una promoción de tipo funcional. Y sólo con eso no se avanza demasiado. Más bien hay que pensar que la Iglesia lleva el artículo femenino, «la»: es femenina desde su origen. El teólogo Urs von Balthasar trabajó mucho sobre este tema: el principio mariano guía a la Iglesia de la mano del principio petrino. La Virgen es más importante que cualquier obispo y que cualquiera de los apóstoles. La profundización teologal ya está en marcha. El cardenal Rylko, junto al Consejo de los Laicos, está trabajando en esta dirección con muchas mujeres expertas.

Medio siglo después de la encíclica «Humanae Vitae», de Pablo VI, ¿puede la Iglesia retomar el tema del control de la natalidad?

Todo depende de cómo sea interpretado el texto de «Humanae Vitae». El propio Pablo VI, hacia el final, recomendaba a los confesores mucha misericordia y atención a las situaciones concretas. Pero su genialidad fue profética, pues tuvo el coraje de ir contra la mayoría, de defender la disciplina moral, de aplicar un freno cultural, de oponerse al neomalthusianismo presente y futuro. El tema no es cambiar la doctrina, sino ir a fondo y asegurarse de que la pastoral tenga en cuenta las situaciones de cada persona y lo que esa persona puede hacer. También de eso se discutirá en los preliminares del sínodo.

En este resumen, el Papa definió temas de enorme profundidad. Certifico que el Papa Francisco no es un hombre solo, explico la ternura y la misericordia y como el entiende la evangelización. Globalización, divorciados , matrimonio y familia , unión civil, el rol de la mujer, entre otros temas.

Según sus palabras, el Papa es un hombre que ríe, llora, duerme tranquilo y tiene amigos como todos. Es una persona normal.

Vienen a mi memoria unas palabras de Juan Pablo l en su efímero reinado: “Si superáis el error no será ni arrancándolo ni pisoteándolo, sino expurgándolo pacientemente para permitir que la luz de la verdad reluzca sobre el núcleo de bondad que usualmente contienen, incluso, las ideas mas equivocadas. “

Federico Rivero Lahitte