No cabe ninguna duda que China, en el peor de los casos, compartirá el liderazgo mundial con el coloso norteamericano en las próximas décadas.
Con un capitalismo mixto en el que coexisten tanto fondos privados como públicos, con decisiones sometidas a una estrategia geopolítica rigurosa y, a la vez, conviviendo con un sistema político muy poco democrático, el gigante asiático se constituirá en una pieza fundamental del próximo desarrollo económico latinoamericano.
Su estrategia de desarrollo abarca varias facetas, dentro de las cuales esta la alimentación y obras de infraestructura para utilizar futuramente en beneficio propio. No solo en Argentina, Brasil (potencia agroalimentaria de Latino America) y Venezuela (petróleo, energía, construcción, industria, tecnología), China a invertido mucho. Lo ha hecho también en África para extraer y transportar recursos naturales. Según explicita Zheng Fengtian, profesor de la Universidad de Pekín y gran experto en producción agrícola del gigante asiático, la seguridad estratégica en materia alimentaria es asegurar el suministro.
Su objetivo de seguridad es claro. Su necesidad de importación para su abastecimiento es débil si solo se dedica a importar. Por consiguiente, su estrategia esta dirigida, como lo hizo con el petróleo, a participar de empresas establecidas (desarrollarlas), adquirir participaciones en empresas alimenticias mundiales para controlarlas, invertir en infraestructura y, por último, comprar tierra en otros países.
A continuación dos ejemplos concretos que apuntan a esos objetivos.
China y el canal interoceánico en Nicaragua
La firma de un contrato por 30.000 millones de dólares entre el gobierno de Xi Jinping y el de Daniel Ortega confirma la estrategia geopolítica del país asiático en América Latina
En julio del 2012, el gobierno nicaragüense anunciaba la aprobación de una ley para la construcción del “Gran Canal Acuático Interoceánico de Nicaragua».
La ley autorizó al gobierno crear una empresa cuya participación estatal sería del 51 por ciento, mientras que el 49 por ciento restante sería adquirido por un aliado estratégico.
Paul Oquist, asesor presidencial deDaniel Ortega, explicó que «los estudios de factibilidad, ambientales y de costos» determinarían la ruta más conveniente para desarrollar el canal, que apuesta a convertirse en una ruta alternativa al de Panamá.
El canal tendrá que estar operando parcialmente en 2019, convirtiéndose en el corredor interoceánico más largo, profundo y ancho del planeta, con una inversión estimada de 30.000 millones de dólares.
El inversor estratégico resultó ser China luego de la firma en Managua de un memorando en agosto de 2012 entre el presidente de la Autoridad del Gran Canal Interoceánico, Manuel Coronel Kautz, y el presidente de la recién creada HK Nicaragua Canal Development Investment Company, Wang Jing.
El proyecto del canal interoceánico permitirá transitar barcos privados de comercio y turismo, y navíos de bandera china de cualquier calado.
La alianza pudo ser concretada en razón del Fallo de la Corte Internacional de Justicia en la disputa Nicaragua–Colombia. El 19 de noviembre de 2012, en un polémico fallo, la CIJ le otorgó a Nicaragua 75.000 kilómetros de mar territorial que antes le pertenecían al país andino.
Estratégica inversión China en Rio Negro, Argentina
Otro ejemplo de inversión en infraestructuras con fines estratégicos es la que, por valor de 1.400 millones de dólares, acomete en Argentina la estatal china Beidahuang State Farmas Business Trade Group, originaria de la provincia norteña de Heilongjiang y primer productor de soja de China.
La corporación suscribió en 2011 un acuerdo con el gobierno de local de la provincia de Río Negro, situada en las puertas de la Patagonia argentina, para habilitar 320.000 hectáreas de tierra actualmente yerma. En el transcurso de los próximos cinco años, Beidahuang invertirá 850 millones de dólares para llevar agua y energía a la zona para irrigar las tierras y hacerlas cultivables.
En paralelo, la empresa pondrá encima de la mesa 500 millones de dólares adicionales para mejorar las infraestructuras de la provincia, en particular la adecuación del puerto de San Antonio-Este, cuyo derecho de uso recaerá en el país asiático durante los próximos cincuenta años”. La capacidad de los muelles será mejorada para permitir la entrada de buques chinos de hasta 40.000 toneladas –cuatro veces mayores que los actuales-, que transportarán hasta las costas chinas la soja, el maíz y la fruta producidos en tierras argentinas.
China se garantiza que durante las dos próximas décadas las cosechas que den esas 320.000 hectáreas servirán para su abastecimiento. La particularidad del acuerdo es que la mayoría de las tierras, que actualmente no son adecuadas para el cultivo por la falta de agua y, por lo tanto, resultan improductivas, seguirá estando en manos de los propietarios originales. China se quedará con un 30 por ciento –unas 100.000 hectáreas- como garantía de su inversión, pero los terratenientes podrán recuperar las tierras en veinte años, si pagan “al precio que marque el mercado entonces”. Según el gobierno argentino, una hectárea de tierra improductiva en la región cuesta actualmente 200 dólares y, tras la inversión china, el precio podría alcanzar entre 5.000 y 10.000 dólares por hectárea.
“Es un acuerdo excelente para la provincia. No hay nadie produciendo en esas tierras y además, se trata de expandir la frontera de producción”, nos dijo Mariano Turzi, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Torcuato Di Tella, de la Ciudad de Buenos Aires.
Conclusión
Muchas son las opiniones locales sobre esta estrategia China de fomentar su desarrollo propio.
“Como parte de su visión geopolítica, China viene desarrollando una sofisticada estrategia de expansionismo económico, con un evidente trasfondo político”, argumentan algunos autores que ven la inversión del gigante asiático como una puerta de entrada al hemisferio, en el terreno económico, político y militar.
Aunque la realidad expuesta no parece tener asidero en tales definiciones. China tiene capital y tecnología de los que Latinoamérica carece. Si bien necesitan de nuestros productos, pueden vivir sin ellos acudiendo a otros proveedores. Necesitamos del mercado Chino, aunque podamos sustituirlos por otros (como ocurriera con el aceite de soja en el caso Argentino). Sin embargo, a ambas partes nos convendría acordar una relación estrecha a largo plazo dado que nuestras economías son bastante complementarias. El mercado chino es para ilusionarse, no para soñar infantilmente. Pero está a nuestro alcance y, con modestia y seriedad, podremos conquistarlo.
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