Aunque ahora parece retomar impulso, el acuerdo que empezó a negociarse en 1995 debe superar las diferencias internas de los bloques; el papel de China y Estados Unidos

El primer acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea se aprobó en diciembre de 1995, apenas unos días después de que Mauricio Macri ganó por primera vez la elección que lo convirtió en presidente de Boca Juniors; Susana Malcorra hacía carrera como ejecutiva de Telecom. Difícilmente el actual presidente y su canciller hayan prestado atención a ese primer acuerdo y aún menos probable es que imaginaran que 20 años después ellos deberían tomar la posta en la relación interregional, ejerciendo la presidencia pro témpore del Mercosur.

El Consejo Europeo aprobó aquel acuerdo en la misma reunión en la que bautizó euro a la futura moneda común del bloque. Se trataba de un convenio marco general, que abría espacios para iniciar tratativas sobre cooperación y promoción del intercambio en varias temáticas, incluyendo el comercio de bienes y servicios.

En las primeras conversaciones comerciales, en 2000, se puso como objetivo un tratado de libre comercio (TLC) y hubo 13 reuniones hasta que, en 2004, el proceso quedó congelado. En 2010 fue relanzado, y desde entonces hubo otras 10 rondas de negociación, pero «las ofertas no han cambiado mucho», señala Eduardo Bianchi, secretario de Industria entre 2009 y 2012.

«Ha sido caracterizado como el acuerdo preferencial más imposible del mundo», dice Roberto Bouzas, director de la Maestría en Política y Economía Internacionales y rector de la Universidad de San Andrés.

A simple vista, hay una razón clara: «Ambos agrupamientos tienen altos niveles de protección precisamente en aquellos sectores en los que la otra parte es muy competitiva. La teoría económica enseña que un acuerdo entre socios de este tipo traería grandes ganancias de eficiencia. Pero también que los sectores más protegidos sufrirían el impacto de manera directa», dice Bouzas.

Al mismo tiempo, «dentro de cada bloque hay intereses contrapuestos; en el Mercosur no es lo mismo el interés defensivo de la Argentina y Brasil, que tienen estructura industrial importante, que el de Paraguay y Uruguay», dice Bianchi, investigador de la Escuela Argentina de Negocios.

Reglas

Las economías más chicas suelen ser más partidarias del libre comercio, y en este caso se cumple la regla: «Siempre tuvieron más interés en abrir sus mercados a Europa para competir con las importaciones que normalmente hacen de la Argentina y Brasil», dice Diana Tussie, directora de la Maestría en Relaciones Internacionales de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso).

«Dentro de la UE hay países como Francia, que defienden a rajatabla el sector agrícola, y otros que no tienen problema con eso», explica Bianchi. «El Mercosur está unido en una estrategia ofensiva en el sector agrícola, que para la UE es muy sensible: a pesar de la Ronda Uruguay, sigue siendo muy relevante la protección en frontera y ayudas a productos agroindustriales. Pero por otro lado la UE tiene una estrategia ofensiva sobre varios sectores industriales que en la Argentina y Brasil estarían complicados si hay apertura, no solamente pymes. Brasil incluso puso objeciones en servicios y propiedad intelectual».

«Para ambos lados, en muchos sectores, las dosis de ajuste que deberán llevarse a cabo como resultado de la concreción de un acuerdo pueden ser dolorosas», analiza Tussie. «Tanto las ganancias como las pérdidas se concentran en diferentes sectores. Esto implica un muy espinoso cambio distributivo tanto intersectorial como interregional, con fuerte impacto sobre el empleo en el mediano plazo a medida que el acuerdo logrado se implementa.»

«¿Es posible resolver políticamente esta ecuación? Las evidencias no son positivas», juzga Bouzas.

Si es así, ¿de dónde surge la idea de buscar un acuerdo? Diana Tussie y Félix Peña coinciden en que el interés original de los europeos era lograr acceso libre al mercado sudamericano antes que Estados Unidos. «La UE se mostró entusiasta de un acuerdo con el Mercosur a mediados de los 90, cuando estaba sacando provecho de las privatizaciones y no quería sufrir competencia con Estados Unidos», dice Tussie. Cuando se frustra la negociación del ALCA, la UE habría perdido motivación o como mínimo caben dudas respecto del interés de las partes», cuestiona Peña, director del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación ICBC.

La demanda china

«De nuestro lado, el impactante crecimiento de la demanda china de alimentos, minerales y energía fue reduciendo la preeminencia del mercado europeo, así como la necesidad de dominar la maquinaria de subsidios agrícolas europeos», agrega Tussie.

Pero siendo así, ¿por qué el tema sigue sobre la mesa? «Después de 2008, la gran crisis forzó a la UE a buscar nuevos mercados», explica la economista de Flacso. «Hubo cambios en el escenario internacional, así como rotaciones electorales naturales en todos los países; hoy todos los gobiernos marchan más interesados en abrir mercados en Europa.»

«Algunos países suben o bajan el pulgar según la coyuntura -dice Bianchi-, pero los problemas de fondo subsisten», acota.

La película podría llamarse «La historia sin fin» o «Misión imposible», pero en cualquier caso aún no está claro si sus protagonistas alcanzarán el resultado deseado.

«Que haya diferencias de intereses y perspectivas entre países del Mercosur no es necesariamente obstáculo para avanzar», aclara Peña. En su opinión, el principal reto se encuentra dentro de nuestro bloque: «Sobre lo que sí cabe reflexionar es sobre si existe en el Mercosur una metodología de trabajo conjunto para avanzar en negociaciones con la UE u otros países, a pesar de las diferencias que puedan tener sus países miembros. Muchas veces ellas son superiores entre los países miembros de la UE, pero el hecho de que quien negocia es la Comisión Europea facilita la concertación de intereses nacionales divergentes».

 

Escepticismo

¿Ocurre lo mismo en el Mercosur? Bouzas es escéptico por motivos similares.

«El Mercosur está completamente estancado en su agenda interna, y si bien algunos creen que un acuerdo preferencial con la UE podría dinamizarla, esto es más una expresión de deseos que una opinión fundada. La UE, por su parte, tiene una agenda que desborda de problemas mucho más apremiantes que las negociaciones con el Mercosur y sus consecuencias políticas internas», responde.

«En este contexto, la situación parece dejarnos con tres escenarios posibles: una continuación del statu quo, un acuerdo poco profundo que salve la cara o un milagro», concluye Bouzas.

Los planes oficiales

Hace una semana, en Buenos Aires, se reunieron los cancilleres de los cuatro países del Mercosur que participan de la negociación con la Unión Europea (Venezuela está afuera): Argentina, representada por Susana Malcorra; Brasil, por el recientemente designado Aloysio Nunes; Paraguay, por Eladio Loizaga; y Uruguay, por Rodolfo Nin Novoa. «Queremos ver la forma de tener una posición bien monolítica y bien definida, y alcanzar lo antes posible un acuerdo con la UE, en el momento en que ellos muestran un enorme interés porque esto ocurra», expresó la jefa de la diplomacia argentina, quien antes de ingresar a la reunión mantuvo un breve diálogo con la prensa

La reunión de la semana pasada fue un encuentro preparatorio de la XXVII Ronda del Comité de Negociaciones Birregionales, que entre el 20 y 24 del actual reunirá en el Palacio San Martín a técnicos y funcionarios políticos de ambos bloques, en la primera cita tras el cambio de escenario que la nueva administración estadounidense impuso en las relaciones comerciales internacionales

Según la agencia Telam, el Gobierno aspira a cerrar las negociaciones birregionales a fin de año, en simultáneo con la XI Conferencia Ministerial de la OMC, que se hará en el país, en diciembre

Alejandro Vicchi

LA NACION – Comercio exterior – 16 de Marzo de 2017